En un mundo en el que una startup que cumple diez años sin ser absorbida por otra empresa, es un caso de éxito digno de estudio en las escuelas de negocios, resulta extraño – casi pintoresco – que IBM festeje, el próximo junio, su centenario. En cien años cabe una vida intensa, y varias vidas. IBM es la única compañía de esta industria cuyas raíces se remontan hasta un siglo XIX que, por cierto, es ignorado en las susodichas escuelas. Incluso es discutible que la fecha escogida sea la más afortunada. Lo que de verdad se celebra es un homenaje a Thomas J. Watson (padre), que en 1911 fue designado director general de una compañía llamada Computing-Tabulating-Recording (CTR).
Aquella compañía, que fabricaba máquinas tabuladoras y procedía de una cadena de sucesivas fusiones desde 1889, sólo pasaría a llamarse International Business Machines (IBM) en 1924, pero 87 años es una cifra sin encanto mediático. que es lo que se busca. En estos tiempos de crisis, presumir de pedrigrí, de resistencia a las crisis pasadas, es un timbre de solera. En 1912, primer ejercicio completo de CTR, sus ventas ascendieron a 541.000 dólares; cien años después, IBM factura 100.000 millones de dólares.
En 1912, Estados Unidos entraba en una recesión cíclica, y muchos empresarios vieron en los equipos de oficina una manera de ahorrar costes de personal. Escribe Robert Sobel (IBM: Colossus in Transition): “en la prosperidad, los hombres de negocios necesitan máquinas que faciliten su expansión, para producir mercancías y proveer servicios a un número mayor de clientes. En los malos tiempos, las máquinas ayudan a economizar, especialmente si pueden ser alquiladas en lugar de comprarlas”.
No es este el lugar para extenderse sobre la biografía de Watson. Pero por qué no regocijarse con el himno con el que – según Sobel – se iniciaban las reuniones de vendedores de aquellos años: Mr. Watson is the man we´re working for / He ´s the leader of the CTR / He´s the fairest, squared man we know / Sincere and true / He has shown us how to play the game / And how to make the dough.
Está escrito que Watson tenía el perfil de un patrón paternalista y un formidable motivador de sus vendedores. Bajo su mando, CTR prosperó durante la primera guerra mundial. Entre 1914 y 1917 duplicó sus ventas hasta 8,3 millones de dólares, con beneficios de 1,6 millones.
IBM, la actual IBM, pudo haber esperado a 2014 o a 2024, para festejar el centenario. Elegir un año terminado en 4 hubiera tenido, además, un cierto sentido cabalístico, argumenta Alan Cane en Financial Times: la posibilidad de incluir en los festejos el hito que catapultó a la compañía a la posición que aún conserva: en 1964, lanzó el Sistema 360, auténtico inicio de la revolución informática en las empresas y origen de un concepto que tendría valor histórico: la compatibilidad de hardware y software permitió el surgimiento de una industria a la sombra de IBM (y a veces, infructuosamente) como competidora. El S/360, seguido por el S/370, se convertiría en la arquitectura estándar de los mainframes.
La carrera de IBM parecía imparable a finales de los 70. Las empresas con las que había batallado – Burroughs, Sperry, Univac, NCR – estaban derrotadas, pero el sucesor de Watson, su hijo (también Thomas) equivocó su valoración del mercado. Los nuevos adversarios, fabricantes de miniordenadores – Digital, Data General, Wang – se abrieron paso, y quiso la suerte que Big Blue se viera sometida a un proceso antitrust, que por poco no acabó obligándola a la partición, como sí le ocurrió en paralelo a la todopoderosa AT&T.
El siguiente hito, que a IBM no le apetece mucho recordar, fue la era del PC. En 1976, un ingeniero proclamó: “cualquier idiota puede construir un ordenador”. El mérito de IBM fue que supo subirse a la ola que otras compañías de su género no vieron venir. En 1981 lanzó el IBM-PC y esto quizá debería festejarse, sino fuera porque aquella iniciativa puso en órbita un satélite respondón, Microsoft. El resto – la crisis de la que saldría bajo la batuta de Louis Gerstner, el único presidente “importado” en una empresa endogámica, la reconversión hacia los servicios, etcétera – es historia conocida, demasiado reciente para conmemoraciones.
Colofón: el martes, 1 de febrero, Sam Palmisano puso en marcha el programa del centenario con un mensaje en el que, entre otras cosas, afirmó: «la tecnología no es una sucesión de gadgets, sitios web y ´la próxima maravilla´. Es mucho más, es la clave de cómo trabaja el mundo».