El iPhone 4S ha nacido en mal momento, esperado con equívocos y acogido con polémica hasta por su nombre. Un día antes de la muerte de su progenitor. Luego, en los primeros días de vida, ha mostrado las cualidades por las que puede ser el mayor éxito en la historia de Apple, si se extrapolan los 4 millones de unidades en un fin de semana. Aun así, se puede lamentar que la criatura no naciera un mes antes, para apuntar el éxito en las cuentas del trimestre cerrado el 24 de septiembre, con el que Apple ha cerrado el año fiscal 2011. Deliberado o no, el retraso ha producido un declive de ventas del modelo anterior; una mala noticia para quienes sólo conciben el crecimiento lineal.
Así ha comenzado la era de Tim Cook como nuevo CEO de Apple: con un primer aviso de Wall Street. Los resultados trimestrales, objetivamente muy buenos, han sido ensombrecidos por este detalle. Viene a cuento relacionarlo con otros asunto: cuál es el papel del iPhone 4S en la familia y qué comportamiento revela por parte del fabricante. Ya que Cook es calificado como un genio de la logística, la pregunta es doblemente pertinente.
Entre el iPhone 4 y el 4S han mediado quince meses, tres más de lo habitual. No es grave, pero ha tenido consecuencias, que espera compensar durante el actual trimestre – que, además, tendrá catorce semanas en lugar de trece – en el que, según extrapolaciones elementales, debería vender entre 25 y 30 millones de unidades, sumando todos los modelos disponibles y los operadores que se han unido a la cuadrilla.
Como se ha escrito en este blog, la aparición del iPhone 4S encaja en una lógica industrial, el ciclo que rige la renovación de la familia iPhone, y que puede formularse así: un nuevo ´factor de forma` cada dos años y una actualización en el año intermedio. El ciclo se ha alterado este año, creando un problema nuevo: las versiones anteriores aparecieron en junio (3G: 2008, 3GS: 2009, 4: 2010), pero la 4S se ha demorado hasta octubre.
Desde el punto de vista industrial, un lapso de dos años da estabilidad al proceso de producción y baja el coste unitario, mientras que las fases intermedias se limitan a retocar las tripas del dispositivo, sin alterar sus costes. En el caso del 4S, esos retoques han ido más lejos, al coincidir con la disponibilidad del sistema operativo iOS5 y la incorporación de Siri. Tal vez esto explique el retraso.
Si Apple hiciera como sus competidores, que renuevan catálogo sin reglas fijas, alteraría una pieza fundamental del sistema montado por Tim Cook en los últimos años. Presentar un ´factor de forma` por año significaría que cada uno tendría una vida de tres años en el mercado, lo que significaría mantener tres cadenas de suministro paralelas; con la fórmula actual, que emplea dos líneas de producción, el ciclo de visa se extiende a cuatro años.
Desde luego, esto no es una ocurrencia de Cook, sino que responde a un método que equilibra cíclicamente la oferta y la demanda. El modelo de negocio de esta industria se basa en la noción de que el operador subvenciona una gran parte del coste del dispositivo, a cambio de asegurarse dos años de permanencia del cliente, y no conviene interferir en ese ciclo. En consonancia, dos años es el plazo de regeneración del modelo principal, mientras que la actualización anual actúa como eslabón para preservar la competitividad. En otras palabras: a) se facilita la estabilidad de la producción, optimizada para trabajar con ritmo constante y coste decreciente, y b) se pueden definir diferentes rangos de precio, que ayuden a incorporar nuevas capas de consumidores.
Si esta teoría se sostiene, el iPhone 5 debería aparecer en junio de 2012, pero es muy probable que la web empiece mucho antes a agitarse con rumores. No es que Tim Cook vaya a hacerles el menor caso. El problema de los rumores es que no son inocentes: por un lado, generan expectativas que favorecen la imagen de la marca, pero cuando pasan un cierto límite su falsedad los convierte en un lastre, como ha ocurrido con el iPhone 5 que no existe (todavía).