El comienzo de la conversación hubiera merecido como fondo musical la sintonía de la serie Cuéntame. El entrevistado no vivió los orígenes del Centro de Cálculo de Sabadell, ancestro de la empresa de la que es ahora consejero delegado. “Fueron unos visionarios, y había que serlo para pensar ¡en 1963! que la informática debía llegar a las empresas, no exclusivamente a las corporaciones, los bancos y las instituciones públicas. Fueron los primeros en España en adoptar este modelo de negocio, y pronto comprendieron la necesidad de trascender el ámbito del Vallés, en el que había nacido la compañía. Esta idea les llevó a crear una red de teleproceso que la mayoría de los bancos no tenían”.
Prosigue Juan Antonio Fernández: “así fue que Centro de Cálculo de Sabadell, que venía de la primera paquetización de los años 60, introdujo en España el software estándar y fue la primera en lanzar un ERP [programa de gestión de recursos empresariales] integrado”. Desde entonces, la empresa ha vivido buenos y malos momentos, con varios cambios en el accionariado, hasta convertirse en 2006 en la rama española del grupo holandés Unit4, décimo del ranking de empresas europeas de software: 454 millones de euros de facturación en 2011, 48 millones de beneficio neto].
Muchos avatares ha vivido esta empresa…
Muchos, realmente. En 1996, el accionista de referencia, un grupo público francés que había acompañado a los fundadores, decidió retirarse, vendiendo por el precio de 1 peseta al equipo directivo. Un regalo complicado, porque en la industria del software se necesita músculo financiero para acometer inversiones plurianuales y poder sacar al mercado un producto después de tres o cinco años de desarrollo. También es cierto que la Generalitat nos ayudó con un crédito hipotecario a interés de mercado, y al año siguiente se inició la búsqueda de un nuevo socio, que sería Jazztel.
Esa combinación no se entendería con la Jazztel actual …
Fue una ideas de Martín Varsavsky: un operador de telecomunicaciones debía incorporar una oferta como la nuestra, que le garantizara un tráfico intensivo de datos. Pero con el tiempo, vendió Ya.com con una gran plusvalía, y supongo que Varsavsky habrá llegado a la conclusión de que ya había hecho el negocio que buscaba. El esquema se trastocó con la llegada de Leopoldo Fernández Pujals, un hombre con mentalidad de consumo, el fundador de Telepizza: Jazztel cambió por completo su estrategia, y nos puso en venta en el verano del 2006; así fue como a finales de ese año pasamos a formar parte del grupo Unit4 Agresso, a su vez producto de la fusión de la holandesa Unit4 y la noruega Agresso. Por fin, teníamos un accionista que era una compañía de software.
Volvamos al presente: ¿se van librando de la crisis?
Que yo sepa, de esta crisis no se está librando nadie. La falta de liquidez y, sobre todo, la incertidumbre, afectan muy seriamente a nuestros clientes. Hemos podido detectar que entre el 20% y el 25% de las empresas a las que nos dirigíamos con campañas de telemarketing para proponerles nuestros productos, han desaparecido. Supongo que si nos centráramos en la gran cuenta, el porcentaje sería inferior, porque se han producido fusiones y adquisiciones. Es obvio que si no fuera por estas circunstancias, nuestro futuro sería más brillante, pero la verdad es que tampoco podemos quejarnos.
Dicen que no se conforma el que no quiere
[risas] Lo digo, básicamente, porque durante los últimos años hemos conseguido mantener un crecimiento en resultados y en cifra de negocios en torno al 10%, y eso ha fortalecido al grupo. Desde el punto de vista español, la cifra de negocios se ha mantenido estable, y aquí debo apuntar que en 2008 logramos atraer una parte de la inversión de la matriz hacia España, para crear un centro de I+D en Granada. Actualmente ocupa a un centenar de ingenieros, y el plan es culminar con un total de 150, con una inversión total de entre 20 y 25 millones de euros.
Entiendo que el centro de Granada trabaja para el grupo, no para la filial española
Nuestras metas están pensadas en función de la pertenencia a una estructura multinacional. En España hemos contado, por así decir, con dos ventajas. La gran reestructuración la vivimos en 2007, debido a que el grupo había hecho una docena de adquisiciones en poco tiempo, que implicaban redundancias. Pudimos completar el ajuste antes del estallido de la crisis global, que nos pilló pertrechados.
Presiento que acabará viéndole rasgos positivos a la crisis…
No llego a tanto, pero hemos aprendido una lección: en momentos de esplendor, hay quien compra software empresarial casi por glamour, o por no ser menos que el vecino: no tener SAP es como no tener un Mercedes. En este sentido, no es que yo vea algo positivo en la crisis, sino que de verdad nos ha hecho reflexionar a todos, y ahora vemos que el software se considera como una palanca; en la época de vacas gordas, pocos pensaban en estos términos.
Ha mencionado dos ventajas, ¿cuál es la segunda?
Una tendencia que se está manifestando en la empresa mediana española, la internacionalización: al pararse el mercado interior, van fuera a buscar negocio. Y ocurre que nuestros productos tienen – por la propia naturaleza del grupo – características muy adecuadas en ese sentido.
Esa ventaja la tienen también los competidores.
Pero nuestro caso es peculiar, si nos comparamos con las grandes multinacionales del sector: como somos un fabricante integrador, vamos con el cliente allá donde él vaya, le facilitamos la implantación de nuestras soluciones en cualquier parte.
Vista desde fuera, la empresa está muy identificados con una categoría, el ERP.
Desde el punto de vista de la imagen, puede que sea así. En realidad, siempre hemos tenido soluciones sectoriales; diría que hay muy poco de horizontal en nuestra oferta, salvo la destinada a la pequeña empresa, que comercializamos a través del canal; pero el resto, la mediana y la gran cuenta, son soluciones verticales: sector sanitario, distribución, etcétera. Y sin perder los rasgos comunes.
¿Cómo encaja esa estrategia con el auge del cloud computing?
Nos vemos muy reflejados en esa tendencia; la vimos claramente a finales de los años 90, cuando incorporamos una tecnología que debía tener alcance multinacional, multisectorial y también lo que ahora se conoce como cloud y entonces todos llamábamos modelo ASP [application service provider]. Una única aplicación – de nómina, de facturación, etc. – se alojaba en nuestro sistema para múltiples empresas. No se nos ocurrió hablar de ´nube` pero se parecía bastante. En este momento tenemos cada día más de 1.000 personas conectadas a nuestro datacenter, algunas de ellas desde China, que comparten la misma aplicación y se benefician de un entorno cloud.
¿Cuál es el cambio desde lo que se hacía antes a lo que hace ahora?
El papel del usuario. Sinceramente, creo que este sector de las T.I. durante muchos años ha maltratado al usuario, sometiéndolo a transformaciones no naturales. Las aplicaciones que se están implantando ahora, sobre todo las influídas por las redes sociales – donde nadie te forma, donde todo es intuitivo – nos están enseñando a los fabricantes de software de gestión a ofrecer aplicaciones que no requieran formación, que la implantación la puedan hacer los propios usuarios. Eso es lo que tenemos que conseguir.
Muy bien, pero dígame cómo está la demanda ahora mismo
Ante todo, desde el punto de vista del software, España es un mercado inmaduro: según el último estudio de AMETIC, más del 60% de las empresas todavía trabaja con desarrollos a medida. Por tanto, hay un mercado con recorrido. Pero nos encontramos con dos elementos negativos, la incertidumbre y la falta de acceso al crédito. Creo que la primera se va a acabar, y espero que sea pronto. En cuanto al crédito, no conozco a nadie que no se endeude para invertir en un ERP; incluso los que están bien de tesorería. La propuesta de cloud facilita las cosas, porque hay una parte de la inversión que no tienen que pagar, y en todo caso, tenemos solidez financiera para ayudar a nuestros clientes. En el fondo, me preocupa más la incertidumbre, porque cuando se entra en el túnel de una crisis, el optimismo desaparece, y luego cuesta muchísimo salir del pesimismo.
[ampliación de la publicada en La Vanguardia el 8/04]