Esta semana, Jordi Botifoll ha participado en Santander en el Encuentro de las Telecomunicaciones, con una ponencia titulada “Smart connected communities como generadoras de empleo e innovación”. El tema ya había sido objeto con anterioridad de la conversación que se transcribe a continuación, y esta es la ocasión propicia para retomarlo. Casi no pasa semana sin que algún medio de prensa internacional dedique un reportaje al atractivo asunto del futuro de las ciudades. Antes del verano, Botifoll hablaba de ello en Barcelona, donde dirige con rango de vicepresidente las operaciones de Cisco en la geografía mediterránea. Es fácil observar que el asunto le apasiona.
¿Es una moda el concepto de smart city?
En absoluto. No es una moda, sino que responde a una realidad patente. Hace un siglo, no más de veinte ciudades en todo el mundo superaban el millón de habitantes; hoy son más de 400, y su número seguirá aumentando como resultado de las tendencias demográficas. Según un informe de Naciones Unidas, el total de habitantes en ciudades de esa dimensión crecerá hasta unos 2.000 millones de personas en 2025.
Eso define un crecimiento urbano explosivo, ¿cómo hacer que esas ciudades funcionen con ´inteligencia´, según la expresión?
Hay distintas formas de verlo. Nosotros, en Cisco, preferimos hablar de “comunidad inteligente conectada” y usamos la sigla inglesa S+CC, con lo que queremos subrayar que las ciudades no son meras aglomeraciones urbanas sino sistemas de sistemas, cuya misión es prestar servicios a la comunidad: sanidad, educación, transporte, seguridad, energía, agua, tratamiento de residuos…, que raramente están conectados entre sí y que, con enorme frecuencia, se apoyan en tecnologías incompatibles. Desde luego, si tuviéramos la posibilidad de crear esos sistemas desde cero, podríamos articularlos en una plataforma homogénea, optimizada, con procesos y tecnologías convergentes…pero no podemos empezar de cero.
¿Podría abundar más en la definición?
[…] ante todo, habría que precisar si hablamos del concepto clásico de ciudad, el municipio, o de un espacio más amplio, y en ambos casos preferimos poner el acento en la comunidad. La Comisión Europea define las smart cities como entornos instrumentalizados, lo que implica que dispongan de una serie de tecnologías avanzadas para gestionar y distribuir la información, para la gestión del tráfico o la seguridad pública, para la movilidad de los ciudadanos, etcétera. La segunda condición es que se trate de un entorno interconectado, lo que implica una arquitectura de servicios apoyada en redes de última generación, que se puedan conectar desde cualquier dispositivo, en cualquier lugar y en cualquier momento, de forma segura. El tercer atributo es que sea inteligente, para gestionar todas las plataformas.
Por ambición que no quede [..]
Hay una serie de datos que tener en cuenta: hoy el 50% de la población mundial vive en ciudades, y en cuestión de décadas se duplicará. Esas ciudades representan el 2% del territorio, pero son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
A lo que hay que añadir las ciudades que surgen ex novo […]
Claro, por eso distinguimos entre dos tipos de ciudades. Esas, que llamamos greenfield, auténticas megaciudades que darán cobijo a millones de seres humanos y que parten de la nada; se están construyendo o planificando, y hay ejemplos que podemos llamar clásicos: Songdo (Corea del Sur), Masdar (Abu Dhabi), Chogqing (China) y Lavasa (India). Todas responden a ese perfil.
Pero hoy los problemas se concentran en las ciudades con solera, envejecidas y necesitadas de revitalización. Y los ejemplos serán más cercanos.
Veo que la entrevista está bien preparada. Esa segunda tipología la llamamos brownfield. En estas ciudades, como las europeas, el problema es que están creciendo sobre bases tecnológicas que plantean un reto de sostenibilidad. La escala de las dificultades sugiere que los modelos de infraestructuras urbanas que tenemos han de cambiar sustancialmente. Y cuanto antes, mejor, si lo que se pretende es un impacto económico de eficiencia y sostenibilidad. De las ciudades en las que vivimos se espera no sólo que den servicios a los ciudadanos, sino también que sirvan como caldo de cultivo para la creación de nuevas empresas y actividades económicas. Conjugar ambos objetivos es la materia de una nueva disciplina, la innovación urbana […]
[…] se entiende que basada en redes IP
Está demostrado que con una plataforma integrada de comunicaciones se puede conseguir una reducción cercana al 25% en los costes de explotación de los servicios existentes, y una reducción superior al 50% en los costes asociados a la puesta en marcha de nuevos servicios. Por supuesto que ha de apoyarse en las nuevas redes basadas en el protocolo IP, que son fundamentales para el desarrollo de una ciudad como Barcelona.
Vaya, esperaba que me hablara de Estocolmo o Toronto [risas]
No hay que irse tan al norte. Barcelona tiene una peculiaridad que asombra a mis colegas cuando nos visitan: el distrito 22@ es algo único en Europa. Claro está que hay otras iniciativas urbanas asociadas a las tecnologías de la información, pero la singularidad de Barcelona es que un 10% de su territorio está totalmente digitalizado, y con edificios que consiguen ahorros energéticos del 35%. Por sobre todo, el 22@ es un laboratorio vivo de tecnologías urbanas. Barcelona ha estado muy implicada en el desarrollo urbano, a partir de la iniciativa Metrópolis, pero la revitalización del 22@ es un ejemplo sin igual. A principios del siglo pasado, era un área económica de industrias innovadoras, pero con el tiempo se degradó con la decadencia de esas industrias. ¿Sigo adelante con la historia?
Claro, por supuesto
Hace unos 15 años se empezó a estudiar la transformación del distrito contemplando no sólo la atracción de nuevas empresas que sustituyeran a las desaparecidas, sino también los aspectos residenciales, educativos e institucionales. Hoy es una ciudad en pequeño, pero con un altísimo grado de digitalización y de innovación en procesos. La construcción de galerías subterráneas para el tendido de redes, sin necesidad de distorsionar el trazado físico, permite crecer y dar servicios en una escala sostenible. Y hay mucho más que tecnología: no es un polígono que se quede desierto a las seis de la tarde. Una de las cosas que llaman la atención a los visitantes extranjeros es que donde estaban las antiguas factorías se mantienen las chimeneas, pero el edificio ha sido remodelado para acoger centros universitarios.
¿Cómo se conecta ese entorno tan peculiar con el exterior?
Cataluña lleva muchos años promoviendo iniciativas de telecomunicaciones. De hecho, ahora mismo, se está intentando incrementar el ancho de banda hasta su máxima expresión, no sólo en Barcelona sino en el conjunto del área metropolitana, y hay que montar servicios sobre esas redes. El 22@ va en esa línea. Ahora bien, ¿cuáles son los pasos siguientes para una ciudad que cuenta con ese `entorno tan peculiar´? Porque no se trata de engrandecer y mejorar un distrito, sino que se pretende que las redes existentes en la ciudad, heterogéneas, que cubren aspectos tan diferentes como la sanidad, el tráfico, el transporte o los bomberos, por ejemplo, evolucionen hacia una red homogénea, que permita obtener más eficacia en los servicios y una reducción de costes del 35% o más.
Ha dicho que es un laboratorio de innovación urbana. ¿A partir del laboratorio, qué?
Creemos que la experiencia merece replicarse y extenderse, y si puede hacerse es porque existe el 22@. Insisto: no es un piloto, es un desarrollo a escala real, que funciona y cumple los requisitos para actuar como una mancha de aceite. ¿Para qué? Para que las redes existentes en la ciudad, que son buenas pero heterogéneas por definición, faciliten una gestión inteligente de los edificios y de los objetos urbanos. Cada día es más cierto que la prestación de un servicio requiere mucha información sobre el propio servicio: se generan montañas de datos, pero su tratamiento aislado puede ser motivo de ineficiencia, o incluso de parálisis, si la información no se devuelve, una vez procesada, a los usuarios. Las frecuencias de los autobuses, la gestión de los contenedores, la red de semáforos, son ejemplos cotidianos, pero en ellos no acaba la lista ni son límites a la experiencia. Por otra parte, vivimos un tiempo en el que la mayoría de los ciudadanos dispone de dispositivos para acceder a Internet, a través de los cuales se les puede aportar información relevante en tiempo real. Y esto, claro está, supone la existencia de una infraestructura de banda ancha.
¿Se puede llevar la experiencia a los barrios históricos de Barcelona, el Ensanche por ejemplo?
El Ensanche tal vez sea uno de los que menos problemas estructurales plantean. En general, replicar la experiencia del 22@ implica que los edificios antiguos se puedan automatizar, dotarlos de inteligencia. Automatizarlos con sensores para racionalizar el consumo eléctrico o de agua, por ejemplo, y la renovación de edificios con esa tecnología es algo que está al alcance. Como lo está la interconexión de varios hospitales para la teleasistencia o el diagnóstico remoto. Son ejemplos reales, no fantasías. Claro que para ello hace falta un modelo de gestión, fundamento de la integración y optimización de las redes. Tomemos un ejemplo que tampoco es fantasioso: el día en que se generalice el coche eléctrico, hará falta tener los aparcamientos preparados para su recarga; lo que quiero decir es que si apostamos por el coche eléctrico, y no tenemos una red preparada, sería frustrante. Y no se puede esperar a que haya miles de coches eléctricos para pensar en esa red. No sé si estoy fuera de la cuestión…
¡Qué va! Plantea una infraestructura de banda ancha. ¿Este sería el papel de Cisco en su visión de Barcelona como smart city?
Cisco, como proveedora de tecnología, trabaja en el desarrollo de este tipo de soluciones. En Cataluña, hemos aplicado la experiencia adquirida en otras partes a la implantación de la red que conecta los hospitales en el área de Barcelona. Pero no hablaba de esto, sino de que actuaciones como la del 22@, en la que Cisco no ha intervenido, pueden replicarse en otras ciudades. Por esta razón, nos hemos planteado la posibilidad de crear un centro de excelencia en innovación urbana, con capacidad para irradiar ese conocimiento. Naturalmente, está abierta la posibilidad de que el centro tenga su asiento en Barcelona, una ciudad que reúne muchas condiciones para exportar su modelo.