En 1991, Stewart Alsop pronosticaba en Infoworld, cual Nostradamus del columnismo, que “el último mainframe” dejaría de funcionar exactamente el 15 de marzo de 1996, un prejuicio muy arraigado entre quienes gustan de las metáforas acerca de los dinosaurios. A los diez años de fallar la profecía, en abril de 2006, IBM anunciaba su Sistema Z, advirtiendo que del nombre no debía interpretarse que fuera “el último”. Como prueba de su determinación, la compañía acaba de anunciar una drástica renovación de la especie, la serie zEnterprise, un mainframe para los nuevos tiempos, en los que todo discurso informático parece confluir en una idea machacona, la de cloud computing.
La novedad coincide, y no por casualidad, con una reestructuración en las filas directivas de IBM, en la que algunos han querido ver una criba preparatoria de la sucesión de Sam Palmisano; pero lo único verificable es que la nueva estructura profundiza en la integración de las áreas de hardware y software. La serie zEntreprise es una piedra angular de la nueva estrategia de IBM en el data center. Contempla dos objetivos adyacentes: primero, a diferencia del mainframe clásico, proponer una plataforma capaz de trabajar con entornos heterogéneos (porque raros son los grandes clientes que trabajan sólo con máquinas de su marca) para dar una respuesta a los planteamientos cloud de sus competidores. Segundo, crear las condiciones para que actúe como gestor de un “sistema de sistemas”, dado que IBM está convencida de que las organizaciones necesitarán una forma segura y eficiente de simplificar y articular las capacidades de proceso tanto internas como dispersas o en la nube.
Un tercer argumento es el coste. Durante el anuncio, se rebatió el estereotipo de que un mainframe es una máquina cara: “si todos los presentes quisiéramos ir de Nueva York a California, lo más sensato sería viajar en avión, en lugar de alquilar un coche cada uno y conducir a través del país”. A lo que siguió una detallada comparación de costes con una infraestructura equivalente de servidores Intel. Como era de suponer, las cuentas favorecen la oferta de IBM.
Oferta que, por abreviar, se resume así: puede crear hasta 100.000 máquinas virtuales y trabajar con distintas plataformas, entre ellas zOS, Unix y Linux, es un 40% más rápida que la generación precedente, y hasta un 90% más eficiente. Son elementos que pudieran ser atractivos para los clientes actuales, pero IBM no puede seguir tirando indefinidamente de la misma cuerda. Según Rod Atkins, vicepresidente a cargo del Systems and Technology Group, este reposicionamiento y el software de gestión que lo acompaña, demostrará a las grandes compañías, sean clientes o no, que el mainframe sigue siendo relevante. Muchas organizaciones han acumulado tal volumen de datos que se les hace difícil usarlos para la toma de decisiones operativas inmediatas, planteamiento que encaja con otra línea estratégica de IBM, que ha comprado varias compañías especializadas en software de business intelligence.
Lo dicho por Atkins ilustra la necesidad que tiene IBM de trascender las fronteras de un mundo centrado en su propia clientela de bancos, gobiernos y utilities. Coincide, y tampoco es casualidad, con los muchos indicios de que se está produciendo ahora un cambio de ciclo en la demanda de servidores. Se agudiza la competencia en las máquinas Unix: tanto IBM como HP procuran arrebatar clientes a Oracle, que no ha conseguido transmitirles confianza en sus planes tras la absorción de Sun. Si esos signos se confirmaran, muchas compañías que han congelado el gasto informático durante dos años, dedicarán recursos a sustituir servidores x86, pero no hay signos equivalentes que adviertan de la misma tendencia en los grandes sistemas ni en las máquinas Unix. Quizás pronto, pero no todavía.
Para IBM, el mainframe sigue siendo mucho más que una cuestión de honor: un negocio directo de entre el 3 y el 4% de su cifra de negocios; pero los analistas de Bernstein Research estiman que si se añaden otras ventas relacionadas (almacenamiento, software, financiación y servicios), puede que aporte el 20% de los ingresos y, lo más importante, hasta el 40% de sus beneficios.