Podría ser no más que un globo veraniego, o acaso una manipulación interesada, pero hay que reconocer que llueve sobre mojado. Según el Wall Street Journal, el chairman de Nokia, Jorma Ollila, gestiona el fichaje en Estados Unidos de un nuevo presidente ejecutivo para la compañía finlandesa, antesala de la destitución de a Olli-Pekka Kallasvuo, quien en 2006 sustituyó en ese cargo precisamente a Ollila. La información añade que ha recibido dos negativas, por lo que no descarta adoptar alguna otra medida en las próximas semanas, para enderezar de una vez el rumbo de la compañía, que en los últimos cuatro años ha vivido cuatro reestructuraciones sucesivas.
Sugestivamente, el artículo del diario de Murdoch, sin citar fuentes reconocibles, precedía en una semana la publicación de los resultados trimestrales de Nokia, y proclamaba que “los inversores han perdido la paciencia”. Aunque así fuera, ¿tendría sentido fichar un ejecutivo estadounidense, que por fuerza tardaría un tiempo precioso en hacerse con las riendas de una compañía cuya sede está en Helsinki? Sin ningún otro elemento nuevo, Nick Jones, analista de Gartner, se zambulló en estas aguas para comentar que lo que Nokia necesita es “un Steve Jobs europeo”. Tal cual. Ahora bien, aun suponiendo que tal especie exista escondida en alguna parte, ¿alguien en su sano juicio cree que esas operaciones podrían hacerse sin traumatizar aún más las filas de Nokia?
2010 es un año crítico para Nokia. En todas las acepciones de la palabra. Cuando Kallasvuo fue promovido a su cargo actual, los grandes rivales se llamaban BlackBerry y Windows Mobile; hoy son otros: Apple y Android, que se han apoderado de la iniciativa en el mercado de los smartphones. Aunque la marca finlandesa sigue detentando el primer puesto en el ranking mundial de móviles, en el retrovisor ya puede ver la imagen de Samsung, todavía distante. En el segundo trimestre, Nokia vendió 111,1 millones de móviles, un 8% más que el año pasado por estas fechas, y su cuota global descendió dos puntos, del 35 al 33% según estimaciones de la compañía.
Los problemas empiezan cuando se detallan esas cifras. Primero, el desglose geográfico. En Estados Unidos, sólo vendió 2,6 millones de dispositivos, “una pérdida neta de cuota de mercado que ha favorecido a Apple y Android”, comenta Neil Mawston, de Strategy Analytics. También en Europa ha perdido dos puntos porcentuales, en este caso a manos de Samsung, y sólo en China y América Latina ha conseguido incrementar sus ventas.
En segundo lugar, ¿de qué móviles se trata? Sus ventas de smartphones – 24 millones de unidades – crecieron un 42%, lo mismo que el mercado, y en consecuencia ha recuperado la cuota de un año atrás (40,3%) que había descendido un punto y medio en el primer trimestre. Muy por delante de BlackBerry (18,8%) y Apple (14,1%). Vender 4,4 millones más que sus dos perseguidores combinados es sin duda una buena noticia, algo ensombrecida por esta otra: el precio medio ha bajado en un año de 233 a 143 dólares.
La estrategia trazada por Kallasvuo y su equipo directivo está en marcha, y próxima al punto de eclosión. Un nuevo presidente podría ejecutarla mejor o peor, pero tratar de modificarla a estas alturas sería una catástrofe. Para septiembre se espera la aparición del N8, primer smartphone desarrollado con el sistema operativo Symbian3, del que se espera un cambio de fortuna, y antes de acabar el año debería ver la luz el primero basado en MeeGo. Son las dos apuestas peculiares de Nokia para distinguirse en un mundo en el que proliferan las plataformas competidoras. Curiosamente, los mismos que reclaman la caída del presidente, también postulan que Nokia abandone Symbian y se incorpore a la galaxia de seguidores de Android; es difícil entender que una rendición semejante pudiera calmar la ansiedad de los accionistas.
A todo esto, los resultados trimestrales son reveladores. Los ingresos crecieron algo menos del 1%: de 9.910 millones a 10.000 millones, pero los beneficios cayeron un 40%, a 227 millones de euros (en parte hundidos por las pérdidas de Nokia Siemens Networks). Los inversores ya habían descontado este cuadro, por lo que la primera reacción del mercado fue un ligero aumento de la cotización. Aun así, la expresión bursátil de los problemas de Nokia hay que verla con otra perspectiva: si se hace el ejercicio de igualar su acción con la de Apple en el momento del anuncio del iPhone, una ha perdido el 68% de su valor, mientras la otra duplicaba el suyo. Así todo se entiende mejor.