La negativa de Apple a aceptar Flash Player en el iPad ha provocado un aluvión de comentarios, sin parangón con los que acogieron idéntica negativa en relación con el iPhone. La diferencia reside en que el vídeo será una aplicación fundamental del nuevo dispositivo y, por tanto, la decisión afecta tanto a los usuarios como a los creadores de contenidos. Lo que pudo mantenerse en un plano de discreción, se salió de quicio cuando Steve Jobs se puso faltón – dice el Wall Street Journal, bien informado sobre la casa de la manzana – al calificar de lazy (perezosos) a la gente de Adobe, y de “tecnología anticuada” al software adoptado por 19 de las 20 primeras marcas de móviles.
Algunos comentaristas temen que la ausencia de Flash pueda limitar las posibilidades del iPad mientras otros vaticinan que Apple conseguirá dar al estándar HTML5 el impulso que necesita para constituirse en alternativa viable. El asunto merece prestar más atención a los detalles que al ruido. Es innegable que la inmensa mayoría de vídeo disponible en Internet, así como los juegos y el 85% de los sitios web, han sido creados con Flash y, por tanto, necesitan que el dispositivo ´cliente´ tenga instalado el plugin correspondiente; sin embargo, esta carencia no tiene por qué ser nociva para los intereses económicos de Apple, sino más bien lo contrario.
Flash funciona en todos los modelos de Mac, y los problemas aparecieron con el iPhone, el único de los smartphones que no lo soportan. Desde 2007 es conocida, por tanto, la cerrada oposición de Steve Jobs. En noviembre de 2008, pregunté a Shantanu Narayen, CEO de Adobe, por el estado de la cuestión, y el efecto sobre las relaciones entre ambas empresas: “hasta ahora, Steve se pone al teléfono”, fue su elíptica respuesta. Es casi seguro que hoy no podría decir lo mismo.
Basta observar el modelo de negocio implantado por Apple para entender de qué se trata: pura y simplemente de business, de tener bajo control todos los elementos que puedan influir en los ingresos de la compañía. Si aceptara que las aplicaciones, y contenidos, sean vídeos, juegos u otros que hayan sido desarrollados con Flash pudieran reproducirse en sus dispositivos móviles, una multitud de desarrolladores tendrían la posibilidad de vender sus creaciones directamente a los usuarios, sin pasar por las tiendas on line de Apple y, en su caso, sin pagarle un porcentaje. Sería una apertura intolerable para alguien con un sentido obsesivo del control.
Esto no es lo que dice Apple. Su explicación es técnica: en origen, Flash fue desarrollado como un entorno runtime sobre la arquitectura x86, pero en los dispositivos móviles de hoy (entre ellos iPhone e iPad) prevalece la arquitectura ARM, lo que implica que no siendo nativa de esta, la tecnología Flash penaliza el ciclo de los semiconductores alojados en el dispositivo, y esto reduce la vida útil de la batería. Al respecto, queda la duda de por qué esto no preocupa al resto de los fabricantes, dejando una sugestiva apostilla: la bateria del iPhone – y la del iPad – no es removible; sólo Apple puede sustituirla.
Tiempo atrás llegó a pensarse que Apple estaba desarrollando su propia alternativa a Flash, del mismo modo que Quicktime lo es a Windows Media Player, pero aquella especulación puede hoy descartarse. Lo que pretende Appple es potenciar HTML5 sobre su navegador Safari, para que lo usen los proveedores de contenidos. Si así fuera, los programadores del mundo se avendrían a seguir por ese camino a las compañías de televisión y prensa, a los que Jobs corteja como aliados.
Es una movida de riesgo. Algo comparable intentó Microsoft al promover Silverlight como rival de Flash, con escaso éxito, hasta que últimamente se inclina por una fórmula dual, para no aislarse. La diferencia reside en que HTML5 es un estándar abierto, mientras Silverlight es – como Flash , por cierto – una tecnología ´propietaria´. En la práctica, HTML5, está basado en el formato de compresión de vídeo H.264, a su vez un componente ´propietario´ de MPEG4 . Adobe afirma su intención de hacer converger Flash con HTML5, cuando esté suficientemente maduro a su parecer. Entretanto, insiste en su disposición a trabajar en común con Apple, si esta levanta su veto.
Desde el punto de vista de los propietarios de contenidos, lógicamente interesados en rentabilizarlos, la disputa plantea un dilema económico. No existen – todavía – herramientas analíticas y publicitarias que permitan ´monetizar´ vídeo en HTML5, como sí existen para Flash; la compra de Omniture por Adobe apunta, precisamente, a reforzarse en esta dirección. Y está cercano el día en que Apple presente su propia plataforma publicitaria. Se trata, pues, de una disparidad de modelos de negocio: el de Apple, que se basa en la intermediación on line de contenidos, y el de Adobe, que cobra a los desarrolladores por su plataforma. En ambos casos, el usuario dispone gratuitamente del plugin que le permite acceder a aquéllos.
Gracias a su extendida popularidad, Flash está a salvo de estas maniobras. Dos millones de programadores trabajan con esta plataforma, y su versión 10.1, disponible en los próximos meses, dará otro giro en esta guerra fría. Incorporará las funciones que arrasan en la actual generación de smartphones: multitáctil, acelerómetro, sensores de localización, entre otras. Además, se inscribe en una estrategia que tiende al desarrollo de contenidos comunes para toda suerte de dispositivos: PC, smartphone, televisor, electrónica de consumo, infotainment para coches, y otros que puedan llegar.