La operación estaba tan cantada y comentada que no ha dado el menor margen para la sorpresa. Michael Dell ha reunido los apoyos financieros que necesitaba para que Dell Inc. deje de cotizar en bolsa, en una transacción por valor de 24.400 millones de dólares. Pero sí que ha habido un giro extraño: Microsoft, que se esperaba entrara como inversor, lo hará sólo como prestamista – técnicamente, una deuda subordinada – de 2.000 millones. ¿Por qué este cambio de actitud? Tal vez por temor a objeciones del regulador, o – lo que resulta plausible – para tranquilizar a otros partners de Microsoft, recelosos de ver a un competidor disfrutando de una posición privilegiada. HP, que durante tantos años fuera un referente para Windows, ha hecho patente un gesto de disgusto al anunciar que lanzará portátiles Chromebook, de la mano de Google.
Queda en pie la pregunta de días atrás: ¿por qué Microsoft se mete a socorrer a Michael Dell para que retome el control de su compañía? Tomar una posición estratégica que le asegure la fidelidad de un aliado, no es nuevo para Steve Ballmer. Pudo haber adquirido un porcentaje de Nokia, pero ha preferido pagarle 250 millones de dólares trimestrales para subsidiar la adopción de Windows Phone [y Nokia le paga, según su último informe, 1.000 millones en royalties, o sea que lo comido por lo servido]. Más recientemente, Microsoft ha tomado el 17,5% de una filial de Barnes & Noble como parte de un acuerdo por la que esta utilizará Windows 8 como sistema operativo de sus e-readers Nook, que compiten con los de Amazon.
Los 2.000 millones del préstamo a Dell se describen retóricamente como una prueba de confianza en el futuro del ´ecosistema` montado en torno al PC (¿alguien esperaba otra cosa de Microsoft?). En la práctica, es muy probable que estén atados a un compromiso de que la marca se mantendrá en el mercado de PC y, por tanto, que esos PC llevarán Windows. El coqueteo de Dell con Ubuntu/Linux puede darse por concluído. En todo caso, se supone que un préstamo como este debería tener rentabilidad garantizada que una inversión no necesariamente tendría.
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