17/05/2017

17May

El día de su salida a bolsa, 2 de marzo, Snap – más conocida por su servicio de fotos y vídeos efímeross Snapchat – alcanzó una valoración febril de más de 24.000 millones de dólares, en parte estimulada por la ansiedad de los inversores institucionales por startups que tuvieran un rápido recorrido ascendente. Desafortunadamente para ellos, la apuesta no ha funcionado, al menos de momento. Los resultados del primer trimestre muestran dos rasgos decepcionantes: con 150 millones de ingresos comunicó pérdidas por 2.100 millones. Para más sonrojo, la base de usuarios se ha estancado en 166 millones de individuos, sólo 8 millones más que hace un año.

Para el segundo factor, la explicación más al alcance es que Snapchar no ha resistido la reacción de Facebook, que primero lanzó Instagram y luego le añadió una variante, Stories, que compite directamente con el invento. La salida a bolsa fue un intento de mitigar la ofensiva de Mark Zuckerberg, que no perdona a Evan Spiegel, fundador de Snap, el haber rechazado su  oferta de compra de 3.000 millones en 2013.

Si salir a bolsa perdiendo 1,27 dólares por cada dólar ingresado parecía una locura, imaginemos un adjetivo para una empresa que en tres meses factura 150 millones y declara pérdidas por 2.200 millones. Esta cifra es material inflamable: esencialmente, las elevadas pérdidas trimestrales se originan en más de 1.700 millones de dólares contabilizados como RSU (restricted stock units), compensación en opciones a sus empleados y otros 625 millones apuntados a Spiegel como premio por haber llevado ´exitosament` la compañía a cotizar en el Nasdaq.

En febrero, cuando escribí un comentario sobre la inminente OPV de Snap http://www.norbertogallego.com/22feb-4/2017/02/22/ , un mensaje de Raúl M [quien se presentaba como  alumno de una escuela de negocios] reprochándome «no entender cómo funciona el capitalismo moderno». Mi texto incluía una crítica a la estructura dual de acciones, según la cual cada título de Spiegel y sus socios iniciales valdría por diez de los nuevos emitidos para cotizar en el Nasdaq. Aclarada en su día la discrepancia con el lector, hoy insisto en mi opinión de que esas tácticas – apoyadas por los bancos que acompañaron fructuosamente la OPV – serán todo lo modernas que se quiera, pero se parece muchísimo a un expolio.

Según la legislación estadounidense, las acciones recibidas con carácter de compensación no son transmisibles y su titular está exento de tributación mientras la empresa arroje pérdidas. Mientras tanto, las RSU se contabilizan como gasto en el trimestre en el que se atribuyen, por lo que recortan los beneficios o, en este caso, agravan las pérdidas. No es tan grave, si se piensa bien: las pérdidas originan créditos fiscales que podrían ser útiles a inversores con carteras diversificadas o, llegado el caso, a quien se atreve a adquirir la empresa el día de mañana.

Como antecedente, Facebook contabilizó 1.100 millones por el mismo  concepto en su primer trimestre como cotizada. La diferencia es que daba beneficios: por el contrario, Snap arroja pérdidas y ha avisado que no espera tener beneficios en el futuro previsible. Sólo entonces Spiegel podrá hacer caja con sus opciones, pero entretanto los paganos  enjugarán las pérdidas. Demasiado para una empresa que, en el mejor de los casos, facturará 1.000 millones en su primer año.

Hay que tener mucha fe – o un intimísimo conocimiento del capitalismo moderno – para pensar que Snap es una buena inversión. La cotización ha caído y ha vuelto a repuntar. Los analistas que trabajan para los bancos patrocinadores de la OPV tienen vedado temporalmente comentar la marcha de Snap. Sus colegas independientes expresan una preocupación unánime sobre el modelo de negocio. Alcanzar o no los 1.000 millones de ingresos se resume en una sigla, DAU (Daily Active Users) y en la capacidad de vender publicidad.

La teoría de Spiegel es que el target de su plataforma son jóvenes, usuarios obsesivos y su crecimiento está en función de la creatividad de esos usuarios. Completa su argumento sosteniendo que, a diferencia de Facebook, no le interesa una audiencia global: su ambición se limita a los países donde es mayor el número de smartphones de alta gama, con más tiempo disponible y más capacidad adquisitiva.

Su lugarteniente Imra Khan, chief strategy officer, ha afirmado que los anunciantes no podrían llegar a esos usuarios por otros medios con los que los analistas insisten en comparar Snapchat. En su favor, esgrime un estudio según el cual al menos menos 60 millones de usuarios son exclusivos, en el sentido de que no lo son de Facebook ni YouTube. Seis de cada diez usuarios de Snapchat viven en un puñado de países que suman el 85% del gasto mundial en publicidad móvil. Bien jugado, chicos, pero en el primer trimestre Snap recaudó 90 centavos por usuario; compárese con los 4,23 centavos de Facebook.


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