Las vueltas que da la vida. Hace un par de meses, pasó ante mis ojos un informe del analista Jason Maynard, de Wells Fargo Securities, en el que recomendaba a EMC la absorción del 20% de VMware que no controla, considerando que era «un imperativo estratégico» para mejor abordar el pregonado giro del mercado hacia las infraestructuras convergentes y acabar de una buena vez con las fricciones que la dualidad provoca en las relaciones con sus partners. La fórmula, decía Maynard, debería permitir que EMC se presente en el mercado como el campeón de las soluciones definidas por software.
Este razonamiento era coherente con una apreciación de hacia dónde va el mercado. No era, aparentemente, un punto de vista bursátil, pero se publicaba después que los resultados del primer trimestre del año destacaran la contribución de VMware frente al estancamiento de la matriz. Maynard reconocía que su propuesta podía provocar «distorsiones logísticas» [entendí que era un eufemismo de recortes de plantilla]. Vi el informe, pero no lo comenté entonces por su radical contradicción con la «federación de negocios estratégicamente alineados» diseñada a su medida por Joe Tucci, chairman y CEO de EMC.
EMC y VMware van a presentar esta semana sus resultados del segundo trimestre, y esta circunstancia puede explicar que salga a la luz, precisamente ahora, que Elliott Management, grupo inversor al que le cabe el epíteto de «activista», revele que posee acciones de EMC por valor de 1.000 millones de dólares, aproximadamente el 2% de su valor en bolsa actual. Elliott está dirigido por Paul Singer, célebre últimamente como gestor titular de un fondo «buitre» que ha mantenido, y ganado, un prolongado litigio contra el gobierno argentino. En los dos últimos años, ha acumulado posiciones en el sector de las TI: ha tomado el control de BMC y (casi) el de Juniper Networks, además de una participación en NetApp.
Pues bien, resulta que el fondo Elliott propone exactamente lo contrario que Maynard: que EMC segregue total o parcialmente su participación en VMware con el fin de elevar el valor de aquella para sus accionistas.
Un portavoz de Elliott ha explicado al Wall Street Journal que las acciones de EMC recibirían un tremendo impulso si desinvirtiera en VMware. Lo cierto es que las cifras podrían valer para darle la razón, tanto como para dársela al analista Maynard. En el primer trimestre, los ingresos de EMC crecieron sólo un 2% y sus beneficios cayeron un 30%, mientras VMware conseguía que ambos parámetros subieran un 14%. La cotización actual de EMC es prácticamente la misma que en 2008, período en el que la de VMware se ha más que duplicado. La filial, con 5.100 millones de ingresos en 2013, tiene una capitalización bursátil de 41.000 millones, equivalente al 75% de la de su matriz, que factura casi cinco veces más.
Por lo que, a grandes rasgos, es sostenible la tesis de que si EMC vendiera un 15 ó un 20% de VMware, obtendría el suficiente dinero para que Elliott deje de incordiar y aun así mantener el control mayoritario. En abstracto, suena plausible, pero está lejos de coincidir con la estrategia de Joe Tucci, quien antes de dejar su posición de CEO de la «federación» – previsiblemente el año que viene – pretende dejarlo todo atado y bien atado.