Sólo hay un enigma en la inesperada separación entre Android y su creador, Andy Rubin, y ese enigma es ¿cuál será el nuevo capítulo en la historia de Google que, según expresión de Larry Page, va a escribir a partir de ahora? No parece que sea una frase hipócrita, pero tampoco se entiende por qué no decirlo ya, y apagar especulaciones. En realidad, tiene muchalógica que el hombre que fundó Android y lo vendió a Google en 2005, y que en lugar de largarse con la pasta se quedó ocho años en la compañía, tenga ahora ganas de dedicarse a otra cosa. Conjeturas hay muchas, y a su debido tiempo se sabrá el destino de Rubin.
El destino de Android, en cambio, no es enigmático: unificarse con Chrome OS en un sistema operativo que abarque desde los smartphones hasta la familia Chromebook, pasando por las tabletas. Tocará a Sundar Pichai, vicepresidente senior hasta ahora a cargo del desarrollo de Chrome, sustituir a Rubin y acumular ambas responsabilidades. Puestos a consolidar, ¿por qué Pichai y no Rubin? Buena pregunta. La consolidación es un viejo augurio de quienes nunca vieron la lógica de mantener los sistemas operativos como divisiones separadas. Por otra parte, el gran rival, Microsoft, avanza a ojos vista hacia la unificación de Windows 8 y Windows Phone, y es posible que Apple esté tramando la aproximación creciente de iOS y OSX.
Fusionar un sistema operativo creado para smartphones con otro pensado originalmente para competir con Windows, pudo parecer un capricho de ingenieros hace varios años, pero no ahora: con el auge de las tabletas y la proliferación de interfaces táctiles, las fronteras entre dispositivos tienden a diluirse. La coexistencia entre Android y Chrome ha sido sencilla mientras ambos ocupaban sus sitios respectivos sin molestarse, pero muchas cosas están cambiando: el mercado en plena convergencia, los procesadores pasan por una revolución, y las relaciones de Google con los fabricantes ya no son las mismas.
Muchos OEM que han seguido fielmente la estela de Android se quejan en voz alta de las restricciones que les impone Google a la hora de diferenciar sus productos [el único que no se queja es Samsung, que por lo visto tiene su agenda propia, aunque no exactamente la misma que Google]. Un factor externo que ha cambiado es la confusión creada por Microsoft con su tableta Surface.
Puede suponerse que, como dicen los que saben, técnicamente la unificación es posible: ambos tienen sus raíces en Linux, pero no está exento de interpretaciones: las licencias que decenas de fabricantes de smartphones Android pagan a Microsoft por un sistema operativo supuestamente gratuito, revelan que incluso el control de Google sobre Android podría ser cuestionado. Sobre estas cuestiones sería pueril seguir especulando sólo porque Pichai toma el puesto de Rubin. Lo mejor será esperarse a que alguna pista asome en mayo, en la tradicional conferencia I/O para desarrolladores.