La semana pasada, se difundió una noticia falsa. Una entre muchas, dirán algunos, pero esta ha tenido consecuencias que me animan a comentarla. BusinessWire, un sitio web que vive de publicar notas de prensa, reprodujo una según la cual Samsung había cerrado en firme un acuerdo para comprar la empresa sueca Fingerprint Card (FPC), especializada en tecnologías biométricas aplicadas a dispositivos móviles. Era falso, y ambas partes desmintieron la noticia cuando se enteraron. Entretanto, había circulado, y las acciones de FPC subieron casi un 50% en la bolsa de Estocolmo, antes de que se suspendiera su cotización. La sospecha es obvia: quien lanzó el bulo tenía como objetivo beneficiarse del efecto que la supuesta oferta de 650 millones de dólares tendría sobre el precio de la acción. La agencia de PR explica que fallaron sus filtros y no contrastó la veracidad de una llamada, supuestamente de su cliente FPC. ¿Por qué fallaron? Por la ansiedad de llegar antes que Twitter.
No es la primera vez que ocurre, ni será la última. El año pasado circuló otra noticia falsa, que atribuía a Google la intención de pagar 400 millones de dólares por una empresa de servicios wifi. También entonces, el vehículo del fraude fue una agencia de PR, engañada por una fuente con intereses. Aunque se trata de algo muy distinto, no está el recuerdo de la salida a bolsa de Facebook, en la que los bancos implicados manipularon órdenes de compra inexistentes para forzar un ascenso artificial en su primera sesión en el Nasdaq.
En el caso de FPC, la noticia tenía visos de realidad: es lógico que Samsung tenga interés en adquirir tecnologías biométricas – reconocimiento de huella digital, en este caso – para hacer frente a la novedad que Apple ha introducido en su iPhone 5S. Bien pensado, pero falso.
En mi opinión, lo relevante reside en la inmediatez con la que fluye este tipo de informaciones: puede dar lugar a engaños si no existen mecanismos profesionales de verificación. Perdonen que vuelva con mi batallita de viejo periodista, pero es lo que echa en falta: verificación. No hace muchos años, ningún medio de prensa respetable hubiera publicado una noticia semejante sin contraste. Ahora alcanza con colarla a un medio no tan respetable o, mejor aún, lanzarla en Twitter. Ni siquiera hay que tener intención fraudulenta: a alguien le dan un soplo, creíble o increíble, e instantáneamente lo publica en Twitter. Luego, si ese individuo es honrado, pedirá disculpas tardías.
No menciono a Twitter porque sí. Por esta red social no sólo circulan tuits espontáneos escritos entre dos estaciones de metro, opiniones más o menos peregrinas, y muchas chorradas de y sobre celebrities. Hay quienes sostienen que esa papilla de ingesta rápida será el formato de la información que consumiremos en el futuro. Quizá, pero está probada la capacidad que tiene un hashtag para mover los mercados bursátiles [en abril, un tuit multiplicado hizo que el índice Dow Jones perdiera 145 puntos en pocos minutos].
Ahora, Twitter está inmersa en su salida a bolsa, y los analistas miran estos asuntos con más cuidado: la cantidad de tráfico es un indicador, pero la calidad podría desalentar a muchos anunciantes, y el futuro de la compañía depende de la publicidad. El Financial Times comentaba este sábado un estudio académico que analiza el llamado «sentimiento» en las redes sociales y su influencia sobre el precio de las acciones. Según el artículo, hay varias compañías que hacen data mining sobre el contenido de Twitter y luego venden sus tablas a fondos de inversión y brokers de bolsa. Social Media Analytics, una de ellas, analiza el «sentimiento» que se expresa en Twitter acerca de 8.000 ítems y luego envía sus resúmenes a miles de profesionales. «Cada bit es una fuente potencial de ingresos», dice el fundador de esta empresa de Chicago.