IBM cumplirá 100 años este mes, exactamente el jueves 16, y los festejará con solemnidad. La pregunta que flota en el aire tiene más que ver con el futuro que con el pasado: ¿cuándo se retirará Sam Palmisano? Los que se fijan en estos detalles recuerdan que su antecesor, Lou Gerstner, dejó el cargo al cumplir 60 años (la edad que Palmisano tiene ahora), después de nueve años al frente de la compañía (los mismos que el actual presidente). Si así fuera, los fastos del centenario deberían oler a despedida, pero hay que desconfiar de una tradición que no es tal. Los gestos de Palmisano sugieren su intención de quedarse hasta 2015, y nadie le reprochará que quiera prolongar su vida laboral.
Durante más de 60 años, IBM fue presidida por la saga de los dos Watson, el fundador y su hijo, a los que siguieron ejecutivos “de la casa” que han dejado poca historia. Hasta que, en una profunda crisis de identidad, llegó Gerstner, un manager externo y providencial que salvó la existencia de la compañía (1993-2002). Resulta muy comprensible que Palmisano aspire a ser recordado como algo más que el heredero de una leyenda; quiere ser el artífice de un nuevo “superciclo de crecimiento”.
Fueron las palabras que empleó en la conferencia de inversores, para definir los objetivos de 2015: duplicar el beneficio por acción, gracias a una combinación de recorte de costes, recompra de acciones, crecimiento y adquisiciones (en este orden). La transformación de IBM desde el 2000 (cuando Gerstner lo nombró COO) y 2010, es la mayor presunción de Palmisano: más del 80% de los beneficios proceden del software y los servicios, y el margen bruto ha subido 10 puntos porcentuales.
En los pasados diez años, IBM ha dedicado 70.000 millones de dólares a gastos de capital y adquisiciones (16.000 millones, para comprar decenas de empresas), 58.000 millones a I+D, y 107.000 millones a compra de acciones y dividendos. La máquina financiera diseñada por Palmisano promete seguir funcionando cinco años más.
Según su presentación, la meta es crear otros 100.000 millones de cash flow en los próximos cinco años – casi tantos como los generados durante la década previa – y esto incluye destinar otros 20.000 millones a adquirir más compañías y 70.000 millones a comprar sus propios títulos en el mercado, lo que ayuda a elevar el beneficio por acción. El plan contempla que el Software Group duplique sus beneficios, apoyándose en los mercados de mayor crecimiento (los BRIC, como es de imaginar).
En filigrana puede leerse que IBM se acomoda a un crecimiento moderado de sus ingresos, pero de ellos quiere extraer el mayor beneficio posible. La reconversión interna – lo que la compañía llama “servicios compartidos y transformación de procesos”, deberían aportar unos 8.000 millones de dólares de ahorro de costes, como colchón para la posibilidad de que la crisis económica se agudice en los mercados que hasta ahora han sido más importantes para la compañía.
Mark Loughridge, poderoso CFO de la compañía, aportó más cifras reveladoras. La actividad de business analytics – en la que IBM ha acumulado fuerzas en los últimos años – contribuirá con 16.000 millones de ventas en 2015 (una quinta parte del crecimiento de los ingresos), y la de cloud computing con otros 7.000 millones (aunque sólo la mitad sería incremento neto, porque absorbería una parte del negocio de outsourcing).
Hay otro parámetro para valorar el plan quinquenal de Sam Palmisano: la captura de negocio en los mercados que él, en lugar de “emergentes”, llama “de crecimiento”. Hace diez años, IBM operaba, fuera de Estados Unidos, Europa y Japón, en ótros 42 países con 95 oficinas. En 2010, el número total de países supera los 170, y al llegar 2015, espera estar presente en 78 mercados «de crecimiento» con 451 oficinas locales. Con planes así, ¿quién tendría ganas de dejar el empleo a los 60?